Historia de un barco
Le pedí a un buen amigo que cogiera el timón del barco porque yo no me encontraba bien. Confiaba en mi amigo y sabía que tenía los conocimientos y la experiencia suficiente cómo para dejarlo al mando sin preocuparme demasiado. Toda esa reflexión me hizo entrar en un estado de paz tan especial que me dormí rápidamente.
Me desperté feliz. Aun podía sentir esa paz con la que me había dormido, ya que sentía que algo se había impregnado en mí y me había dejado en un estado de felicidad y agradecimiento brutal, y me disponía a compartirlo con mi amigo. Pero mi amigo no estaba en el timón, lo encontré bailando despistado con los delfines y ni siquiera prestaba atención a mi presencia. Le grité enfadada, que por qué no hacía lo que le había pedido, porque aquello era peligroso, y su respuesta fué, que no había podido resistirse a parar a observar esa maravilla que le rodeaba, y le pedía 'a gritos también' que fuera y ya está. Que difícil es esto de viajar en una única dirección, no crees? Inevitable no quedarse embobado mirando los peces pasar, jugar con las olas a ver qué hay detrás.¿ o quizás son excusas y hablan tus pocas ganas de estar?
En seguida me di cuenta, de que nos íbamos a chocar contra unas rocas, así que corrí para intentar salvar la situación. Pero era demasiado tarde y el barco se derrumbó. Y se derrumbó en silencio. Ahora nadie bailaba, los delfines observaban a lo lejos aquel desastre y me daba la sensación de que lo sentían tanto cómo yo.
Por suerte no hubo heridos.
Aunque creo que jamás me recupere de ese accidente. La herida sigue abierta cuando alguien en quién confías te falla, y créeme que no hay golpe más demoledor.
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